Alejada temporalmente de los asuntos mundanos, una criatura ancestral urdía ambiciosos planes. Era un ser sabio e inteligente, íntimamente familiarizado con los deseos y debilidades humanas. Resguardada en las penumbras se preguntaba cómo había llegado a una comprensión tan profunda del universo. Era omnipresente. Hacía tiempo que no salía, pero no albergaba ninguna duda: allá afuera existía un planeta hermoso, tan naturalmente salvaje como poético; con sus límites y fronteras, accidentes, climas y habitantes, que conocía a la perfección. Su hogar. Podía verlo con sólo cerrar los ojos.
Lo que más extrañaba era el sol. Le había tomado un buen tiempo deshacerse de aquel cuerpo decrépito y dolorido, pero pronto podría sentir sus rayos nuevamente en la piel. Sería imparable. Puro potencial. Sólo necesitaba alimentarse bien y juntar fuerzas. Esta vez no se distraería con pequeños placeres. Iría a por todo.
Al principio tendría que disimular, por supuesto; entremezclarse como un agente encubierto. Entre tanto, de forma paralela, iría acumulando grandes sumas de dinero. Sabía cómo hacerlo, tenía los números de lotería que habían salido a lo largo de la historia y los que seguirían a continuación. También manejaba un extenso conocimiento sobre los mercados financieros y el futuro. Todo era tan simple que hasta parecía injusto.
Eventualmente reclutaría adeptos. Sería interesante hallar a otros como ella, pero también peligroso: mejor conformarse con unos cuantos humanos aceptablemente inteligentes. Un ejército fiel, armas, medicina y tecnología eran todo lo que necesitaba. Tomaría el mundo de manera pacífica, preferentemente, y enseñaría a esa especie a comportarse, a respetar a la naturaleza, a trabajar arduamente. Llevaría a la humanidad hacia un nuevo Iluminismo, pero esta vez bajo sus reglas.
De pronto, la tierra se sacudió. Era la señal para dejar la guarida. Lo hizo lentamente y con cautela. Al principio se sintió encandilada, pero poco a poco sus ojos se acostumbraron. Allí estaba su viejo mundo.
Quiso dar un grito de triunfo, pero una bocanada de oxígeno se abrió paso hasta sus pulmones en una descarga tan fuerte que la sacudió de pies a cabeza.
Aturdida, intentó pensar y no pudo. No conocía ninguna palabra en ninguna lengua. Sólo veía luces y colores carentes de significado. Una sensación dolorosa que no supo explicar comenzó a trepar por su estómago.
Frustrada e impotente, se largó a llorar.
— ¡Felicidades! —dijo el doctor. —Es una niña.
NATALIA DOÑATE
Imagen: https://www.istockphoto.com/es/foto/irregular-libro-blanco-gm184140028-16894332
Este cuento en particular me fascina. Si me permitís, quisiera grabar la lectura para mi canal de YouTube.
Yo, encantada. Te lo agradezco mucho! Me pasás el canal así te sigo?
https://youtu.be/rC7lNALlElI
Ahí te seguí, muchas gracias!! Comparto!! 🙂
Genial idea y maravillosamente narrada. Felicitaciones.
Gracias, Leandro!
Es bello, interesante y sorpresivo. Te felicito, Natalia.
Gracias, Santiago! Aprecio mucho tu comentario
Es mágico!!! Muy interesante.
Un abrazo
Gracias, Paloma! Abrazo!
Misterio, magia, luz.
Precioso.
Buenísimo… crea intriga y al final ¡PUM! como una bofetada. Saludos.