Fue un día blanco, de los que implosionan con un destello celeste. No había estrellas cuando los postes de la cuadra abrieron sus ojos de lechuza. Los de Anita, en cambio, permanecieron sellados. Apenas pudo juntar fuerzas para emitir un quejido que asfixió en su boca. Ya con el sol tras bambalinas y las cenizas de la estufa enfriándole indirectamente la nariz, sintió cómo un moco aguado trazaba un círculo en la seda del pijama. No pudo limpiarse. Estaba completamente paralizada.
Entonces supo que necesitaba con urgencia una idea liberadora. Al conjuro acudió una simple, pero eficaz: si seguía viva, era porque estaba respirando por sus propios medios. El corazón latía, la sangre fluía, los ojos parpadeaban.
“¡Los ojos parpadeaban!”
Había logrado abrirlos. Eligió ver.
De las penumbras surgieron los apoyabrazos verdes del sofá, dolorosamente aprisionados por unas garras que admitió suyas. Con un esfuerzo titánico relajó los dedos, luego los brazos y la mandíbula. El aire olía a hielo seco y el aliento de la casa empañaba la ciudad. Decidida a dar sentido a las últimas horas, pero a falta de indicios, se consoló con descartar acciones:
No se había duchado, ni hecho las compras. Ninguna página nueva engordaba su manuscrito. Al baño, por lógica, debía de haber ido, pero invalidó el recuerdo por pecar de genérico.
“Comida”.
La vocecita, infantil pero severa, surgió de su propio estómago. Al parecer, la necesidad lo había forzado a una mutación de emergencia. Asustada, notó cómo su mano derecha agitaba con violencia el control remoto. De pronto, comer sushi frente al televisor se le antojó la respuesta a todas las cuestiones humanas. Y en efecto, lo era.
“Olvidé que también soy cuerpo” fue el último pensamiento del viernes. Si el cerebro aventuró alguna objeción, confío en que ésta quedó enterrada en la avalancha de helado que los ojos, ávidos de aventura, rescataron del fondo del freezer.
(¿Que de qué era el helado? De menta, dulce de leche y americana, todos granizados, como corresponde).
Dedicado a Leandro C., compañero de bloqueos y también de inspiraciones
NATALIA DOÑATE
La polaridad de este mundo 3D, reflejado maravillosamente en este relato: ying/ yang- cuerpo/ mente- espíritu materia. ¡Genial!.-
Gracias Jorge. Buscando el equilibrio en las letras, es más fácil que en la vida, jaja
Magnífico. Tú imaginación crece cada día. ✨✨✨✨✨
Gracias!!!
La vida y sus muchas maravillas en un solo cuerpo a través de palabras no menos sorprendentes.
Gracias, Joiel! 🙂
Increíble tu creatividad para escribir, Natalia. Felicidades y un saludo
Gracias, Jaime! Qué gusto volver a verte por acá 🙂
¡Muchas gracias! La satisfacción de las necesidades corporales muchas veces, en su simpleza, nos dan la alegría suficiente, incluso para recordar ( justo un viernes ) las otras. Me emocioné pero no te voy a dejar ni una lágrima en tu lindo blog.
PD: Hay un temita ahí. . . con los granizados . . . que me ha traído ciertas complicaciones que es mejor no tratar aquí, ni en ningún lado. Pero es una gran suerte ese heladito salvador olvidado en el fondo del freezer.
Jaja un placer! Y hoy ya dejé mocos, no creo que una lágrima moleste.. mientras no caiga sobre el helado