El zorro alfa no leyó «El Principito». No contempla ser domesticado. Su compañero de rondas, escuálido por rezagado, o quizás al revés (desconozco las particularidades de causa y efecto en los cánidos), teme más a sus semejantes que a los humanos. Separados ambos mundos por una medialuna de cemento, en cuyo seno se parten negras brasas, compartimos la parte joven de la noche. Vaca y cerdo, queso y pan. Bananas. Suya es el resto de la velada. Nos quedamos con la sombra de los pinos, con el celeste de los cielos.
Prefiero una mañana de octubre a un mes de verano. Salgo en remera, a pesar del aire helado. Que el sol aplaque con caricias los pelitos erizados. A los miles que vendrán les heredo mi codiciado metro cuadrado de arena. Clávenle una sombrilla y llámenlo Marte. Pongan al máximo el volumen de los parlantes, que desde acá no se oye. Persigo un mundo sin ruidos, sin escenarios, sin la basura de la gente.
Podría cerrar con algunas verdades. Como que elevar una ceja y decir forradas sólo te hace suspicaz a los ojos de los mediocres. O que aquellos que obran bien, pueden terminar mal. Pero los que obran mal, deben terminar mal. La causalidad se ríe de las intenciones.
No hay mejor terapia que una ruta vacía. Al ritmo de «Dulce Condena» me vi libre de un recuerdo funesto que callaba, por ajeno. Y he aquí la conclusión: algunas despedidas nos traen un soplo de felicidad. Al menos, a los que somos amigos de la soledad. A los guardianes de los zorros.
NATALIA DOÑATE
Gratamente, al leerte, descubro varias frases maravillosas: «Que el sol aplaque con caricias los pelitos erizados». ¡Un gusto leerte, como siempre!
Muchas gracias, Jorge! 🙂
Libertad y liberación, todo en uno. Queda el buen sabor de boca.
Gracias, Joiel. Debe ser por el postre 😉
Genial de genialidad.
Me sacaste una sonrisa 😉
En algún pasaje del relato me hiciste reír.
Los zorros disimulan su temor a los humanos. Se han contado historias de siglo en siglo y saben que en nosotros pueden encontrar lo peor y a veces una principita.
Abrazo.
Quizás su miedo radique en que les pongamos correa y les enseñemos a dar la patita, jeje. Gracias por pasar! 🙂
Hay varias novelas norteamericanas en las que dejan entrever ( por distintas causas y según cada autor) que en el futuro que plantean los perros se han extinguido.
Wow, supongo que la falta de ellos se asocia a la idea de fin del mundo, no?
En las que leí, escritas décadas atrás, muestran varias cosas, entre ellas mucho de lo que hoy es habitual gracias a la inventiva tecnológica, por lo que se adelantan a los hechos.
Una en particular, cuenta historias post desastre, post conectividad, y en qué se pueden aferrar quienes subsisten.
Los que han escrito estas cosas, esta temática muy extendida, se mueven por distintas razones, algunos por temor, otros para prevenir, etc. Había una fiebre en común por explorar el asunto, por lo que se van a extremos como ese que te mencioné.
Hay una novela que con su título responde a tu pregunta y se llama «La Tierra permanece». No la leí.