Delicias

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El tero al que vi nacer reniega de mi presencia en el jardín. Nos enemistan cuatro huevos moteados, de cuya existencia doy fe sin menester de contarlos en el nido. Como todo mamífero que camina recto por la vida, conozco cada presagio de cada estación. Comparto esta condición con aves, peces y reptiles, pero también con las plantas, que hoy exudan con puntualidad las primeras delicias de la temporada.

Con mi esposo dimos un paseo tributo a las primaveras gastadas. El combustible del sol se agotaba y las sombras, temerarias en su altura máxima, se trenzaban en el césped, en los caminos, en los muros de ladrillos. Una vez agotadas, se esfumaron en el asfalto agrietado, soltando su botín de piedrecillas y ramitas. Nuestras carnes de cuarenta años se giraron al unísono en regreso, mientras las almas, llenas de rebeldía de gorriones, rezongaban a nuestras espaldas.

«Caminamos recto en una vida circular» se me vino sin querer. Y la idea me trajo augurios de primaveras perfectas a los cincuenta años, a los sesenta, a los cien. Muertes y renacimientos hasta el final del camino.

Desde entonces siento renovada ternura por el tero, por el gato, por mi adorado jazmín de tan sólo cuatro estaciones.

NATALIA DOÑATE     

15 Comentarios

  1. Como siempre al leerte ,algo en mí se hace presente…esta vez la conciencia de mi empecinamiento en caminar recto….En este instante ….menos severo. Gracias! Hermoso

    • Gracias, Azurea. Lo son, aunque de los veranos mejor no hablemos… jaja. Que tengas un hermoso día y gracias por estar 🙂

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