La azotea

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Las baldosas de la azotea estaban partidas pero unidas, como las primeras coquitas del paquete. No había una superficie reflectante dispuesta a darle tregua. Sin levantar la vista, pues anticipaba otra migraña, se sentó en el escalón que hacía de barda para las duchas exteriores. A unos quince metros, una chica hablaba por celular con los pies remojados en la pileta. Bien podría haber estado en Marte. Su voz era interceptada por los ruidos lejanos de la ciudad y traspuesta a un gorjeo de gorriones.

El edificio se encontraba terriblemente descuidado. Sería difícil vender el departamento en esas condiciones. Incluso su pedacito de cielo, de dos metros cuadrados, necesitaba revoque. La última administración había volado las amplias gradas de madera, ideales para sentarse a tomar mate, sin molestarse en remover el esqueleto de fierros celestes que las sostenía. Sobre éste yacían cuatro macetas de cemento alisado con cóleos y sansevierias. El mejor antídoto contra la esperanza.

Quiso quedarse un rato más, pero el sol se colaba por el morley de su palazzo negro, quemándole las rodillas. Se dirigió al cartelito verde de salida. La puerta se cerró suavemente tras ella, dejándola a oscuras en las escaleras de servicio. De los hachazos que recibió, sólo le dolieron los primeros dos. Con el cuello roto apuntando hacia los pies, comprobó que al techo le faltaba la membrana. Eso explicaba muchas cosas. La chica de la pileta juntaba sus bártulos, dispuesta a retirarse. Le gritó que mejor aprovechara el día, que se diera una zambullida en el agua fresca. La vio bajar la cabeza y apretarse las sienes. Sin proponérselo, le había ocasionado una migraña.  

NATALIA DOÑATE

12 Comentarios

  1. Muy bien hilado el juego de manos, estaba yo pensando en la pileta y me he encontrado con dos hachazos a traición.. un poco redundante eso, sí, los hachazos son siempre a traición.

    • Jaja nunca vi un hachazo de amor pero quién sabe.. o quizás ella pensó que eran hachazos, pero en realidad eran los escalones metálicos de la escalera.. nunca lo sabrá y por ende, nunca lo sabremos. Gracias por pasar y comentar 🙂

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