Metáforas rotas

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Los cerebros empañados no se arreglan con colirio. El rosal de la entrada debió de abrir su regalo fucsia ayer, a la sombra. Veo pasar el envoltorio arrugado, rodando sobre el viento. La corona virgen, aunque oxidada, todavía se aferra a la esperanza de un florero.

En este lado del paraíso, donde los espejos pierden el poder de reflejar objetividades y la recta más asertiva enturbia su caudal, una mesa pesa lo mismo que una amistad. La idea de mi gato se eleva en blanco y negro por encima de la parrilla y atrapa a una chicharra de pelusa, a una siesta de verano. El corazón se expande cuando la mente late. Ato las abstracciones en el aire, con frescas hebras de pasto que se partirán al descender. Me temo que las piezas se acomodan en forma diferente, según la pantalla en la que se las mire.

Ahora que el ibuprofeno entra en acción y la niebla se disipa, me pregunto:

¿Estarás viendo lo mismo que yo?

NATALIA DOÑATE

16 Comentarios

  1. no, por definición nunca podemos ver lo mismo. Lo que vemos lo hacemos con las gafas puestas de nuestros recuerdos y nuestra vida vivida. Nunca vemos lo mismo ni cuando lo miramos dos veces, ¿no te parece?

  2. Me encanta cómo logras transmitir la sensación de desconcierto y belleza en tu texto. Esa mezcla de lo poético con lo cotidiano crea una atmósfera única, como si cada palabra estuviera tejida con hilos de reflexión y emoción. El final, con la duda de si estamos viendo lo mismo, resuena de una manera tan humana. Es como si al leerlo, no solo se entendiera el mensaje, sino también el suspiro detrás de cada frase. Una maravilla, de verdad.

  3. Del revés de ese mundo distópico y feroz, en la esfera utópica de mi pensamiento, el horizonte se aleja mientras me acerco, y el colirio me cura el ardor y al mismo tiempo el mal de ojo.

    • Hola Adrián! Gracias por pasar a este lado! Pienso que la cercanía es un espejismo, el horizonte es real y el colirio… ya lo probaré!

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