El colosal bloque de nubes, que todo lo abarcaba, se disipó en islotes de espuma. Fue el final de Pangea. Velamos durante dos días a su cordillera de montañas grises, al deshielo que se evaporó de camino a nuestras frentes febriles. Necesitábamos de la lluvia para poder dormir.
Los peces alados trazaron una flecha de carbonilla en dirección al norte. La desilusión, que ardía aun sin leña, nos aconsejó ignorarlos. Desde entonces, el único mapa que leemos es el de las grietas de la tierra.
No hemos vuelto a sentir sed.
NATALIA DOÑATE
Siempre hay que seguir a los peces alados, desconozco el motivo, pero sus vidas son como pequeñas brújulas que siempre indican la dirección correcta.
Estoy de acuerdo. Tienen olfato para los sueños.
Apenas un puñado de palabras y una imaginación desbordante bastan para crear otro mundo en las nubes.
Y alguien que lo lea y lo habite un rato 🙂
Gracias Natalia.-
A vos! 🙂
Creatividad al poder, Natalia. Me encantan tus «Historias».
Muchas gracias! 🙂