Los inmorales

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blog literario

«Hoy. 10.30 am. Plaza Sarmiento, frente a la iglesia. Bufanda amarilla».

No era mi cita, ni mi aviso. Ni siquiera lo leí en mi diario, sino en uno que se olvidó un hombre en la cafetería. Pero acudí igual. El aburrimiento es mal consejero.

A dos bancos de distancia vi a la pareja encontrarse. Se sentaron uno al lado del otro aparentando no haberse cruzado en la vida, pero yo estaba atenta y bien ubicada y noté que se rozaban los codos. Ella tenía un niño de unos cuatro años que jugaba en las hamacas a pocos metros de distancia. Deseé haber hecho un curso de lectura de labios acelerado, pero ya era tarde. A los pocos minutos, partieron, cada cual por su lado.

Busqué anuncios similares por semanas. Un primero de abril el esfuerzo dio sus frutos.

«Hoy. 10.30 am. Plaza Alsina, esquina kiosco. Boina verde»

Cancelé mi turno con el dentista y me apresuré a la cita. Esta vez quise complicarles la situación y me senté exactamente en el punto de encuentro. Mismo hombre, misma mujer, mismo niño. Él se sentó a mi lado, ellos siguieron de largo. Él lloró.

Al día siguiente un aviso leía:

«Guardaré tu último perfil como mi más valioso tesoro. Buena vida allá en la madre tierra».

Arranqué el papel con bronca y lo arrojé hecho un bollo al cesto de basura.

¿Con qué me iba a entretener ahora?

NATALIA DOÑATE

Imagen: Autor: Rula Sibai, en Unsplash.com | CC0

11 Comentarios

  1. Es un relato de una buna observadora, leve para un asunto tan pesado, visible para una escena invisible, preciso para tirarnos un anzuelo para pensar.

  2. Muy bueno, creo que tu personaje es alguien «sin mucho quehacer» jajaja. Original eso de espiar a los demás en sus citas y bueno, algo anda mal cuando husmeamos en vidas ajenas, wow, pero ese final…como para ponernos a reflexionar.¡ Saludos!

  3. A veces para saber cómo somos nosotros mismos, los humanos, tenemos que observar a los demás. Y a veces no basta con lo que se ve en la literatura o el cine.
    Siempre he pensado que puede ser aceptable ese «mirar», con la sagrada condición de que no lo digamos a nadie ni usemos la información obtenida para nada (quiero decir NADA de NADA)
    Tá bien el cuento.

  4. Si en vez de mirar observáramos el mundo que nos rodea, nos sorprenderíamos. La cazadora de detalles bien lo sabe, por eso dudo que pase mucho tiempo sin un nuevo entretenimiento.

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