Conociendo a Abel

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blog literario

Colaboración para la revista Nevando sobre la Guinea

Daba pena verla andar por el barrio, proyectando una sombra donde antes había dos. Ropa deportiva desgastada, zapatillas colorinches y costosas y el mismo trayecto por delante. Portaba ese aire de sabiduría que reconoce que un buen calzado evita una cadera rota y oídos completamente sordos al último grito de la moda.

En el edificio la llamaban la viuda del 8° B. Una tarde otoñal, de esas que huelen a tierra oxidada, pasé a llamarla Marta. Mi perro, inusualmente interesado por las suelas con airbag, se había acercado a oler sus pies y casi la tira al suelo. Ironías de la vida. Afortunadamente sus huesos delicados seguían intactos, pero mi brazo quedó apresado por el suyo y me encontré arrastrada a su recorrido vespertino. Mis sentimientos se debatían entre ser una buena samaritana y planear cómo esquivarla por el resto del año. No me considero una mala persona, pero la gente sola suele ser absorbente.

Los demás transeúntes nos pasaban por derecha e izquierda, pero con paciencia y buena voluntad llegamos al último tramo. A lo lejos se veía el ansiado cartel de llegada: “Edificio Gaviotas”. Con un apretón que era casi una caricia y un dedo tembloroso me indicó una rotonda.

—Gracias por acompañarme hoy, querida —dijo con ternura. Te voy a contar una intimidad. Todos los días recorro el mismo camino que hacíamos con mi marido. No por nostalgia, sino porque a mi mente le gusta divagar y conozco el trayecto de memoria. Pero esté donde esté en mi cabeza, cuando llego a este punto me acuerdo de él. Es curioso cómo un lugar físico puede transformarse en un portal al pasado. Abel era vago para caminar y cuando llegábamos al tramo final se ponía gruñón. Necesitaba un empujoncito, entonces para distraerlo inventé un juego. Le daba a elegir opciones, por ejemplo:

“¿Qué elegirías, una costilla bien doradita con salsa barbacoa y papas fritas o una suprema de pollo rellena de roquefort y apio, con puré de calabaza?”.

»Tendrías que ver su cara. Se ponía feliz con sólo imaginarlo. A veces optaba por la carne, otras por el pollo. Dependía mucho del ánimo del día. Después era mi turno (yo soy más bien dulcera) así que me decía:

“¿Una banana con miel o una porción de pastafrola?”

» ¡Ay, no sabés cómo me agarraba la cabeza! ¡Es que me gustan tanto las dos! Y él lo sabía, lo hacía a propósito. Así que me turnaba, un día una, un día otra, para no quedarme con las ganas. Podría decirse que fuimos acumulando millas y perfeccionando el juego. Le dimos ambiente. Para entonces, Abel me decía:

“¿El foie gras que probamos en la Torre Eiffel en la luna de miel, o las rabas del hotelito de Brasil en un mediodía lluvioso?”

»A lo que yo retrucaba: “Es invierno. Está para hacer hielo en la vereda. ¿Una picada con cerveza frente al fuego en un restaurante de Bariloche, o una pizza al horno de barro en una cabaña en Córdoba?”

»A veces éramos malvados y nos hacíamos elegir entre comidas asquerosas, como hígado encebollado o mondongo. Llegó el momento en que agotamos las anécdotas, pero ni lo notamos. Inventamos nuevas. Es gracioso; hoy recuerdo tanto las situaciones reales como las imaginarias como si tuvieran el mismo peso. Tal vez se conozca mejor a una persona por sus gustos y sueños. Para cuando nos queríamos acordar, estábamos en la puerta de casa, empachados tras de un picnic en Marte o una degustación de vinos en París de la Belle Époque. No tengo idea de cómo es el paisaje a partir de esa intersección. Me pierdo en los recuerdos. Por suerte todavía no estoy senil y llego bien a casa.

Me entusiasmé. Esa mujer era increíble y sería agradable acompañarla de cuando en cuando en sus paseos. No todos los días, claro está, pero eventualmente podríamos volvernos amigas.

Habría que tantear qué opinaba ella de mí, porque me constaba que no sabía ni mi nombre. Tal vez mi presencia le daba lo mismo que un bastón. Me encontraba en esas cavilaciones cuando clavó sus ojos claros en los míos y preguntó con genuina curiosidad.

—Y vos, ¿sándwich de jamón y queso con mayonesa o empanada de carne cortada a cuchillo?

NATALIA DOÑATE

Imagen: https://www.freeimages.com/photographer/mcfrey-49085

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