Control freak

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            ¡Pero claro que soy feliz acá, faltaba más! Me atienden como a un rey. La pesadilla la sigo teniendo, eso sí, pero todo no se puede. ¿Cómo que cuál pesadilla? ¡La que inició todo esto! ¿No la tiene anotada ahí en su libretita? Ah, es nueva usted, claro. Deben tener unos sueldos espantosos, pobrecita, nadie dura más de tres meses en este lugar. Bueno, es su día de suerte, me agarró con paciencia. Vamos desde el principio:

Estoy en casa. Bueno, mi casa de la infancia, la mayoría de las veces. Todo está en penumbras y comienzo a sentirme un poco solo y desamparado, entonces enciendo el velador.

Nada

Pienso que tal vez se quemó la bombilla, y me incorporo a prender la luz de la habitación. Apenas tira un destello lúgubre y se apaga. Entiendo que no se trata de un corte eléctrico, porque estos no suceden de esa manera. Digo, la luz artificial no se consume suavemente, como una vela. Se apaga de golpe. BANG.

Siento el miedo trepar por mi espalda y los latidos de mi corazón en la garganta. Trato de no entrar en pánico. Camino apurado por la casa, encendiendo lámpara tras lámpara en vano. Cuando estoy llegando al límite del terror, despierto en mi habitación a oscuras. El cuerpo tenso como si se tratase de rigor mortis. Y ahí, de a poco y con mucho esfuerzo, logro mover la punta de los dedos, luego los brazos y finalmente se hace la luz.

Terrorífico, ¿no? Es por eso que decidí trabajar en mis sueños y hoy en día soy un gran referente (sino el mejor) en lo que al mundo onírico se refiere. Verá, el primer paso es aprender a darse cuenta de que se está soñando, sino mucho no se puede hacer (y por favor, no me venga con eso del vaso de leche tibia antes de dormir y demás fantochadas). En mi caso la revelación ocurrió una noche en la que me sentía particularmente asustado. Había algo agazapado en mi habitación y tenía poco tiempo, así que acorté camino saltando por las escaleras y caí en cámara lenta. Entendí que soñaba.

Con el tiempo y la experiencia empecé a notar que me encontraba en lugares sin saber cómo había llegado hasta allí. Lógicamente, eran sueños. De a poco me volví un experto en el tema. Hasta escribí una guía con “los sueños más comunes” que puede utilizar como referencia, se la puede pedir a cualquiera acá, soy bastante famoso. Es fácil, una vez que le agarra la mano. Si igual tiene alguna duda de estar soñando -suele pasar- puede efectuar pequeñas pruebas, como saltar, volar, hablar con los animales (y que le respondan). Cualquier no-semejanza con la realidad, BANG, es un sueño.

Pero, verá, yo soy de naturaleza curiosa, y con el tiempo sentí que con saber la verdad no era suficiente. Lo que realmente quería era terminar con la maldita pesadilla. Ensayo y error mediante (método científico, no la quiero aburrir) descubrí que podía despertarme antes de tiempo si me “suicidaba”. Ya sabe:

buscar un lugar alto,

saltar,

vértigo en el pecho,

despertar.

Fácil, ¿no? Así alcancé la última etapa. El master, se podría decir. Controlar los sueños. La clave es la paciencia. Dígame: ¿qué cree usted que ocurre cuando uno se da cuenta de que sueña y, embriagado de poder piensa: “voy a volar, voy a ser millonario, quiero que diez modelos (no, veinte modelos) caigan rendidas a mis pies”? Se despierta, por supuesto. Y muy frustrado, debo decirle. Verá, el cerebro es estúpido, pero no tanto. Es menester conservar la calma, engañar al inconsciente.

Yo, por ejemplo, cuando me siento nostálgico pienso: “voy a salir a dar un paseo, a ver si POR CASUALIDAD me encuentro con Hannibal”. Y BANG, ahí está mi gato fallecido, guiñándome un ojo desde la medianera. A menudo tengo charlas interesantes (esas, si me disculpa, me las reservo) con mi mejor amigo que falleció en la guerra. Me he ahorrado años de terapia, con esta técnica. Y probablemente de cárcel también, si es que usted sabe a lo que me refiero. Vamos, no se haga la desentendida. He tenido todo tipo de aventuras ¿quién no lo haría?

Lo único, le aconsejo, no cometa el mismo error que yo. La experiencia nos hace entrar en confianza y por nada del mundo hay que saltearse el primer paso. El de corroborar que se trata de un sueño.

¡Pero claro que es por eso que estoy aquí ahora! Míreme, joder. Loco no estoy -tal vez quiera anotar eso en su libretita. Pero no se preocupe por mí, que mal no la paso, como le decía. De noche puedo hacer lo que me venga en gana -incluso con usted, señorita- y de día estoy tranquilo y bien atendido. Si las pastillas me juegan una mala pasada y la pesadilla vuelve, sé que al despertarme va a haber luz.

Verá, aquí nunca apagan la luz.

NATALIA DOÑATE

Imagen: Autor: Ondrej Supitar, en StockSanp.io | CC0

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