El país de los niños

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El verdadero nombre no viene al caso. Sus habitantes lo conocen como «nuestro hogar». El resto del mundo, a excepción de quien les habla, se refiere a él como «El país de los niños», o «Las tierras de Peter Pan». Si bien no soy oriundo de estos lares, mis viajes de negocios me apremian a cruzar sus fronteras con una frecuencia que dista de ser óptima; ni lo suficientemente seguido como para aclimatar mi mente a sus extravagancias, ni lo piadosamente esporádica como para resultarme indiferente. Quien guste del turismo aventura, con sus penas y glorias, comprenderá a lo que me refiero. Quizás en un futuro lejano, cuando la nitidez de las fotos prevalezca por sobre la de los recuerdos, pueda rever la experiencia con la fascinación que merece; la de la primera vez que bajé de la estación y un niño ataviado en uniforme de guardia me saludó con una inclinación de su visera. Más tarde, la recepcionista del hotel, una mocosa con la nariz salpicada de pecas, me explicaría que los empleos de atención al extranjero son los mejores pagos. El resto de los habitantes menores de trece años -un 92% de la población- se ven obligados a ejercer otro tipo de ocupaciones, desde pasear perros o dar clases de idiomas, hasta construir edificios.

Se dice que se trata de seres superdotados, al compararlos con los niños de otros lugares. La conclusión me resulta aberrante, pues lo mismo podría decirse de un potrillo que nace sabiendo caminar. Yo los encuentro irritantes, en especial a los que tienen puestos de CEO, por pedantes. O a los que venden bienes raíces, por razones de proporcionalidad inversa. El ciudadano promedio alcanza la edad productiva a los diez años, y el techo intelectual, tres años después. Preparados para un mundo competitivo desde que dejan la teta, los Sapiens Liberi son capaces de realizar todos los trabajos que requiere la vida en sociedad; hay contadores públicos, empleados de correo, operarios, vendedores, capataces, administrativos, políticos, profesores, abogados y proveedores de servicios varios. Las tareas de índole creativa les resultan incomprensibles por causa de una mutación. De éstas se ocupan con empeño los extranjeros nacionalizados; una minoría de adultos «normales» que llegan al país atraídos por la fantasía de la eterna juventud. ¿Quién podría juzgarlos? No ven, o no quieren ver, el desprecio que ostentan estos seres por la libertad, mal ganada a tan temprana edad. La vida les resulta tediosa. Tal vez eso explique -o al menos justifique- su avidez de felicidad, el consuelo en el espejismo de la euforia.

—Son solo niños —repiten los adultos, como un mantra.

Yo creo que son muchas cosas, pero de infantes, nada. Me llevó un tiempo aceptar la realidad. Años, para ser sincero, de idas y venidas entre dos mundos disímiles sólo en aparicencia: resentidos, hipócritas, borrachos, promiscuos y vagos mentales con máscaras de niños. Seres impuntuales, caprichosos, egoístas e insensatos, con máscaras de adultos. Sapies y Liberis por igual cuestionan la realidad con sus mentes retorcidas, y alcanzan las conclusiones más inverosímiles e irrelevantes. En su búsqueda de dar un sentido a la existencia, se las han apañado para destrozar los conceptos de verdad y de libertad.

—Y pues, ¿qué esperas? Sólo son niños —insisten mis amigos, los pocos que aún me quedan.

Yo asiento con compasión. Intuyo el terror disfrazado de condescendencia. Saben -no podría ser de otro modo- que este país (al que me gustaba llamar «Esperanza») no es más que un fraude; un nombre más entre tantos, otra porción de tierra en la que hordas de seres subdesarrollados continuarán engendrando niños, hijos de niños que serán, a su vez, niños para siempre.

Lo sé, lo sé, no debería ensañarme, son sólo niños, diría usted también. Puede que tenga razón. Después de todo, ¿qué podría saber yo al respecto? ¿Un desarraigado que nunca, nunca jamás ha sido niño?

Imagen: Niños Y Jovenes Empresarios Exitosos (negociosyemprendimiento.org)

NATALIA DOÑATE

9 Comentarios

  1. Hola Natalia, curiosa historia, muy original con ese «país de niños» con todo lo que implica. Como siempre, muy cuidado el lenguaje y bueno este cuento tuyo viene cargado de reflexiones. Recientemente estuve en contacto con dos chiquitines y me parecieron dos «adultos pequeños». No sé si me gustó o me asustó, jajaja. En fin. Enhorabuena por tu relato.

  2. Hola Ana, qué gusto verte por acá. Gracias por tus palabras, amables como siempre! Qué decir de los niños.. crecen tan rápido algunos, otros no lo hacen jamás.. creo que la peor opción es quedarse adolescente, jaja. Saludos y gracias por pasar!

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