Los verdugos

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Desperté a medianoche por culpa de unas risas en la cocina. “Estos fracasados, cómo se nota que no tienen que madrugar mañana“, pensé. Me acerqué sigilosamente y noté que uno de los cuatro habituales, el de la cintura como reloj de arena, había sido reemplazado por un hombre de carne y hueso, algo flacucho y con anteojos. Tal vez algún genio del IT. Tomaban como siempre mi café de mejor marca como si estuvieran en su propia casa, pero eran educados y yo sabía que lavarían todo y dejarían unos pesos sobre la mesa. No entendían nada de inflación, pero el gesto estaba. Charlaban con amabilidad, guardando las formas, por lo que deduje que se trataba de otra de sus reuniones laborales. Pensé en pedirles que bajasen la voz y seguir durmiendo, pero me intrigaba el humanoide, así que permanecí escondida.

El más grandote y anciano parecía estar haciendo su show habitual de mea culpa, comentando que su parte estaba hecha en tiempo y forma, pero que había esperado mejores resultados. El rojo con cuernos, que siempre vestía de impecable traje y a mi parecer era el jefe, le puso una mano en el hombro y dijo con voz tranquilizadora:

—Yo no te culpo, Guerra. Divide y reinarás. Siempre ha funcionado y lo seguirá haciendo. El que parece estar fallando es Pereza. Veo a la gente trabajar muchísimas horas al día, llegar agotados a sus casas y aún así no dejar pasar un minuto sin hacer algo, aunque sea un video en las redes.

Pereza sacudió la cabeza, ofendido.

—Caballeros— dijo. —Por siglos he intentado que el hombre sea más holgazán. Y lo he conseguido en casos puntuales, pero la realidad es que su naturaleza es inquieta y tiende al movimiento. Por eso en esta era me ocupé de volverlos perezosos, pero de mente. No se dejen engañar, muchas de las tareas que los ven realizando son infructuosas y sus cerebros son cada vez menos utilizados. Estoy llegando al punto de inflexión en el que ya les agota tanto pensar, que prefieren dejar las decisiones importantes de sus vidas en manos de terceros.

El cornudo de traje sonrió satisfecho.

—Mis disculpas si te ofendí, querido amigo. Es una grata sorpresa ver cómo te mantienes actualizado y buscando soluciones y confío en que tu proactividad va a ser un factor de inspiración para todos nosotros. Espero excelentes resultados a largo plazo, que es como solemos manejarnos. De todos modos, temo que nos hemos ido por las ramas.

«La reunión de hoy es para presentarles al nuevo integrante del equipo. Como habrán oído, Tiempo no logró adaptarse a la velocidad de la vida moderna y ha decidido retirarse. Así que, sin más, le doy lugar para que se presente a sí mismo. Por favor, caballero.

El hombrecillo, que hasta entonces había permanecido callado, se incorporó con gracia. De pronto su cuerpo empezó a mutar, a cambiar de color, de tamaño, de sexo, de vestimenta. Se volvía grande como Guerra, luego pálido como Pereza. Le brotaban cuernos y alas. Era fluidez pura. Con voz cautivadora, comenzó su pequeño discurso, dejando a las otras criaturas y a mí como sumidos en un trance:

—Buenas noches, hermosos entes. Me siento bendecido de estar aquí entre camaradas tan distinguidos…

Yo, que hasta entonces espiaba entre bostezos desde el rellano de la puerta sentí un escalofrío. Estábamos condenados. Frente a nosotros se encontraba el mismísimo Corrección Política.

NATALIA DOÑATE

Imagen: https://www.freeimages.com/photographer/luisthen-49830

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