Oblivion

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blog literario

            Juan y Gabriel, compinches de toda la vida, se hallaban aburridos en la plaza cuando sintieron el redoble de tambores. Minutos después, la gente se agolpaba a sus espaldas. Eran dos señores mayores muy queridos en el pueblo y nadie osó empujarlos.

El conocido charlatán vestía ropa colorida y tenía una sonrisa tatuada en el rostro. De un salto se incorporó a su taburete para dar inicio al desfile de tónicos y medicinas, que un asistente mostraba bajo su conducción. Primero aparecieron los yuyos tradicionales para el dolor de muelas, de reuma y el insomnio. Luego, tras un breve toque de trompeta, presentó las fórmulas para atraer el amor, curar el mal de ojo y soñar con el futuro. Pero todos sabían que lo mejor vendría al final, luego de la extracción de muela, y aguardaban con impaciencia.

El afortunado del día fue Don Jorge. Mientras lo maniataban a una silla, el ayudante entretenía al público con malabares y pequeños trucos de magia. Finalmente, trajeron al caballo y con música alegre, mucha destreza y algo de sangre, lograron liberarlo del dolor que sufría desde hacía un mes. El público aplaudió emocionado, pero el vendedor les dio la espalda y se quitó el sombrero. Se hizo el silencio.

—Damas y caballeros —dijo girando lentamente con solemnidad —hay momentos en la vida de un humilde servidor como yo, que quedan en la historia de su carrera. Por años he tratado con éxito infalible sus dolencias físicas, pero hoy la medicina ha dado un salto a la modernidad con una fórmula que les va a curar la mente. En mis manos -mostró un frasco del tamaño de una petaca que contenía un líquido rosado- tengo esta maravilla traída por su servidor de tierras muy lejanas. ¿Quién no ha vivido una situación que desearía olvidar? Todos nosotros, ¡incluso yo! Sí señores, no se sorprendan, yo también he tenido mi cuota de penurias.

»Nuestra cabeza -se golpeó la frente- es traicionera y nos devuelve malos recuerdos. ¡Nos tortura! Pero ya no más. ¡No más! Con esta pequeña botella ustedes tendrán el control. ¿Su mujer lo traicionó pero igual la ama? ¿Extraña a un ser querido y desearía descansar un poco de su memoria? Les presento a… –de fondo sonaba música embriagadora- ¡Oblivion!

»Conozco a innumerables pueblos y sus gentes, pero a ustedes los considero mis amigos personales y por eso los he seleccionado para el debut de esta maravilla. Sólo por hoy, tengo un precio tan especial como mis clientes favoritos. Pero antes, sé que son inteligentes y esperan pruebas. Y por supuesto, ¡las tendrán! Acérquense y vean.

Media hora más tarde, Juan y Gabriel emprendían juntos el regreso a sus respectivos hogares, cada uno llevando un frasco que apenas había podido costear. Estaban fascinados por las demostraciones del producto y no querían hablar para no cortar la magia. Por cinco minutos la señora Rodríguez había olvidado que su hijo había fallecido. Su tristeza fue terrible cuando perdió el efecto, pero enseguida bebió más tónico y se quedó alegre charlando con los vecinos. Nadie la juzgó, tenía derecho a unos momentos de paz.

El instructivo era simple. Había que pensar en lo que se quería olvidar e inmediatamente tomar el brebaje; un sorbo para un efecto de pocos minutos, un trago para olvidos de un par de días, la botella entera para olvidar para siempre. Con la idea de hacer el experimento más interesante, los amigos decidieron no compartir sus planes y encontrarse en la plaza dos días después a intercambiar sus experiencias.

El domingo por la mañana estaba fresco, pero emprendieron su caminata habitual. Juan parecía angustiado, así que Gabriel le dejó iniciar su reporte:

—Estoy sorprendido. Ese charlatán decía la verdad, el producto funciona. Sé que olvidé algo importante, pero no sé qué era.

Su amigo lo imaginó enseguida: el amor de su vida lo había abandonado y jamás se había recuperado del todo, pero no podía preguntarle directamente por miedo a arruinar el efecto, así que indagó:

— ¿En qué estuviste pensando en estos días?

—En verte hoy, en mi infancia en el campo, en mi perro Bobby, que falleció pero que no querría olvidar. Nada del otro mundo.

Estaba más que claro. Había olvidado a Marta. Le preguntó si estaba feliz.

— ¿Podés creer que no? Sé que hay algo que no debería recordar, y no lo hago, pero siento una opresión en el pecho que no puedo explicar. Me falta el aire. Creo que este remedio cura la mente, pero no el corazón. Y a vos, ¿te funcionó?

Gabriel pensó en contarle que había dado pequeños sorbos al remedio. Que había releído su libro preferido, sorprendiéndose como la primera vez. Que había tenido una cita romántica con su mujer y sentido mariposas en la panza. Que había redescubierto lo hermosa que era la vida y podía nuevamente prescindir de la fórmula mágica. Pero era un hombre piadoso y respondió:

—A mí sólo me dio diarrea. Es la última vez que le compro algo a ese chanta.

NATALIA DOÑATE

Imagen: https://www.freeimages.com/photographer/Pix_Elle-50396

3 Comentarios

  1. Hola,
    Soy el editor de Casi Todas las Letras.
    Me alegra que leas mi blog y te gusten mis artículos.
    Bonito blog “Volver a Casa”.
    Saludos,

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