San Valentín

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            Estaba arrepentida, pero ya era tarde para cancelar. Lo que había iniciado como una idea romántica ahora se le antojaba un juego morboso. Escuchó el mensaje que ya sabía de memoria en el contestador:

—Feliz San Valentín, amor, a las nueve estoy por ahí.

Eran las ocho y media. Había velas, vajilla nueva y flores. Cursi para el estilo de ambos, pero por esta vez valía todo. Como a ninguno le gustaba demasiado el alcohol, se había decantado por un vino barato de cartón, que reposaba ahora con aires de nuevo rico en los delicados cristales. Imaginó lo cliché que se vería su copa cuando tomase un falso sorbo y la manchara con pintalabios.

Subió el horno para dar una leve recalentada a la carne con papas que había preparado. Mismo menú que el año anterior, salvo por el postre, que ahora tenía un touch gourmet: una base de limón, coco rallado y miel donde pondría la bocha de helado y la bautizaría con chocolate líquido. Se había lucido.

Miró el reloj y el corazón le dio un vuelco. Las nueve menos cuarto. Mareada, se sentó en el sillón y su cuerpo convulsionó en un llanto seco. Realmente había sido una idea muy estúpida. Pero los minutos siguieron transcurriendo y el teléfono no sonó. Esa mujer que le había arruinado el día no llamaría este año. Se sintió transpirada y fue a refrescarse al baño. Lo peor había pasado.

Por fin sonó el timbre. Vestía traje y traía un ramo de flores enorme. Estaba tan nervioso como ella.

—Perdón amor, llegué cinco minutos antes, pero es que me estoy haciendo pis.

Se abrazaron. —Técnicamente estás llegando un año menos cinco minutos tarde, pero te perdono —respondió encogiéndose de hombros.

Mientras él se dirigía cojeando al baño, ella desarmó apresuradamente su bolso del hospital. Había sido la peor época de sus vidas. El accidente, la mujer policía que le había dado la noticia por teléfono sin un ápice de empatía. Noches de incertidumbre en la guardia y horas eternas de silencio, interrumpidas ocasionalmente por la protesta de algún mueble de madera. Pero eran las nueve y diez y él estaba en casa. Le habían dado el alta dos días atrás y venía parando en lo de un amigo para hacer esa noche más memorable.

— ¡El horno!

Corrió a apagarlo entre risas, deleitándose por lo bien que le sentaba preocuparse por pavadas. No había sido tan mala idea, después de todo.

NATALIA DOÑATE

Imagen: Autor: Bruno Ramos en imagenesgratis.eu | CC BY-SA 4.0

6 Comentarios

  1. Me encantó.

    “-Perdón amor, llegué cinco minutos antes pero es que me estoy haciendo pis.

    Se abrazaron. -Técnicamente estás llegando un año menos cinco minutos tarde, pero te perdono- dijo encogiéndose de hombros.”

    Seguramente llego cuando tenia que llegar y ese fue el momento mas oportuno.

    Abrazo!

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