Agua bendita

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Magnánimas cortinas de agua pura bañaban la ciudad y los campos tras semanas de un sol implacable y cruel. Los ceibos, arces y sauces recibían el bautismo complacidos, mientras cataratas de frescura brotaban por los tejados y canaletas de las casas e inundaban los nidos de barro de los horneros.

El solícito temporal baldeó la suciedad de la calle y las heces de los perros. Rescató pelotas atoradas en tejados, curó las heridas de la tierra agrietada y lavó la ropa limpia de los incautos que la habían dejado en la soga. Lustró las plumas de las lechuzas y los lomos de las vacas. Revivió lagos y ríos agonizantes y fabricó pequeños espejos para que se mirasen las nubes. Endulzó el agua del mar y los corazones de un par de transeúntes que se refugiaban frente al escaparate de una tienda. Desde sus peceras de aire algunos humanos, café en mano, se divertían mirando cómo otros menos afortunados huían cubriéndose con diarios y paraguas traicioneros.

Inmerso en recuerdos de Rocío se encontraba Juan en su auto. Llevaba dos meses y tres días sin verla; consecuencia directa de haberla traicionado. La sensación de angustia le subía por la garganta y le empezó a faltar el aire, así que salió repentinamente del vehículo. Necesitaba un abrazo, aunque fuese de agua. Con los hombros caídos en derrota y el corazón empapado gritó el nombre de su amada, mientras miles de gotas celestiales lavaban sus labios sucios de otros labios, sus manos sucias de otros cuerpos. Fue un milagro. Se sintió perdonado, purificado en cuerpo y alma. Y supo que debía buscarla. Ella amaba las tormentas de verano, y desde ese momento, él también.

La halló en medio del parque bebiendo lluvia, con su vestido rojo pegado al cuerpo y su largo cabello fluyendo como un manantial. Una maravilla de la naturaleza. Se acercó trabajosamente tironeando de sus zapatos-sopapa embebidos en barro y la miró sin animarse a hablar. Un sapo enamorado de una rosa. Coronada por un rayo de sol giró hacia él y con una sutil mirada de desdén le hizo entender que nunca más sería suya. La lluvia se había llevado las lágrimas vertidas por su culpa y su corazón sano y valiente sonreía ahora ante un incipiente arcoíris.

NATALIA DOÑATE

Imagen: Autor: reza shayestehpour, en Unsplash.com | CC0

15 Comentarios

  1. Que hérmosas y evocadoras descripciones. Debo confesarte que a mí eso me falla. Me encantó tu historia y sobre todo un final alejado de lo «tradicional» (donde la mujer perdona y acepta de nuevo). Me encantó que ella fuera fuerte y valiente. ¡Saludos!

  2. Gracias Ana. No creo para nada que fallen tus descripciones, supongo que todo resulta más novedoso cuando lo leemos en un tercero antes que en nuestra propia cabeza, de la que estamos acostumbrados. Me alegra que te haya gustado, girl power! 😉

  3. ¡Hermosa introducción! Coincido con Ana con respecto al final, aplausos para ese desenlace osado!
    Cariños

  4. Tienes una producción tan extensa que siempre encuentro cosas tuyas no leídas, aunque no me de tiempo a leer todo lo anterior al dia en que empecé a seguirte.
    Y nunca decepcionan las que encuentro.
    De éste precioso cuento, los dos primeros párrafos descriptivos son geniales. Además de las imágenes que evocan, están salpicados con palabras que me son exóticas y añaden para mí notas coloreadas.
    Y la segunda parte, la personal, la íntima, tiene igualmente mucha fuerza y precisión.

    Gracias
    ern

  5. Gracias a vos, Ernesto. A mí tb.me gustaron esos 2 1ros párrafos. Esto de escribir tan seguido tiene eso de que me pierdo en la velocidad y me.olvido de lo que.hice hace un par de semanas, pero ya juntare todo en un pdf y corregiré los errores que surgen por el apuro. Como.siempre, gracias por pasar y comentar. Acá.con.horario argentina, me despierto.con los mensajes amables y es una forma.hermosa de arrancar el dia

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