Una paloma gris se posó sin gracia sobre la cabeza de Neptuno, pero éste, ocupado en temas menos mundanos, no le prestó atención. El turista, tampoco. Sufría con cierto deleite la sensación de hormigueo que le inspiraba la nereida, en especial en la yema de los dedos. Ansias de tocar.
Deseó fervientemente recorrer los fríos relieves como si, al adaptar las manos a sus contornos, pudiera aprender el arte de moldear el mármol. Pero no lo hizo. La dama le merecía el mismo respeto que las esculpidas en carne quienes, etéreas, arrojaban monedas al agua y desaparecían entre la multitud. Se aproximó a uno de los caballos, pensando en un oxímoron que no terminaba de formular, pero que se relacionaba con el movimiento y gracia de la roca, más fluida que el agua que la contenía.
Al otro extremo de la fuente, una mujer de pálidas mejillas, frente generosa como sus caderas y copiosos cabellos hacía a su vez su propio rito de admiración. Había visitado la escultura durante la mañana, el mediodía y la tarde, y ahora la apreciaba ante la luz anaranjada del atardecer. No tomaba fotos, pues desconfiaba de los intermediarios. Cuando sus pupilas no resistieron un ápice de belleza más, observó con ojos llorosos al hombre, quien, a su vez, levantó la cabeza y la vio.
La sincronización en perfecta armonía les robó una sonrisa, que derivó en un café.
Charlaron con alegría hasta que la fontana volvió a mutar sus colores, reclamando devoción. La observaron por un largo rato y coincidieron en que los caballos se veían más aterrorizados bajo la luz artificial. Sería interesante regresar un día de lluvia.
No se enamoraron. Las sutilezas del amor son más delicadas que el más bello de los monumentos.
Piazza Navona
Una colomba grigia si posò senza grazia sulla testa di Nettuno, ma quest’ultimo, occupato su temi meno mondani, non gli prestò attenzione. Neanche il turista. Soffriva con piacere la sensazione di formicolio che gli ispirava la nereida, in particolare nella punta delle dita. Ansie per toccare.
Desiderò ardentemente percorrere i freddi rilievi come se, adattando le mani ai suoi contorni, potesse imparare l’arte di modellare il marmo. Ma non lo fece. La signora meritava lo stesso rispetto di quelle scolpite in carne che, eterea, gettavano monete nell’acqua e sparivano tra la folla. Si avvicinò ad uno dei cavalli, pensando ad un ossimoro che non finiva di formulare, ma che si riferiva al movimento e alla grazia della roccia, più fluido dell’acqua che la conteneva.
All’altra estremità della fontana, una donna dalle guance pallide, fronte generosa come i suoi fianchi e copiosi capelli faceva a sua volta, il proprio rito di ammirazione. Aveva visitato la scultura al mattino, di mezzogiorno e di sera, ed ora l’apprezzava davanti alla luce arancione del tramonto. Non scattava foto, perché diffidava degli intermediari. Quando le sue pupille non resistettero un’altra punta di bellezza, guardò con occhi lacrimosi dell’l’uomo che, a sua volta, alzò la testa e la vide.
Il tempismo in una perfetta armonia rubò loro un sorriso, che portò in un caffè.
Chiacchierarono con gioia fino a quando la fontana mutò i suoi colori, reclamando devozione. L’hanno osservata per molto tempo e hanno convenuto che i cavalli sembravano più terrorizzati dalla luce artificiale. Sarebbe interessante tornare in un giorno di pioggia.
Non si innamorarono. Le sottigliezze dell’amore sono più delicate di un qualsiasi bel monumento.
NATALIA DOÑATE
Traducción al italiano: Antonio Perrone
Foto de: https://guias-viajar.com
Me enamoró el título primero y luego la historia, sobre todo por cómo acaba!
¡a ti por escribir tan bien!
Cuentan varias leyendas sobre la piazza y Bernini. Leí hace tiempo un artículo de El País cuyo título es «El odio entre arquitectos que acabó inventando el barroco», basta que lo pongas así en google. Creo que puede interesarte. Tu historia muy bella. Tienes razón, las sutilezas del amor son muy delicadas. Un abrazo Natalia.
Gracias! Lo voy a chusmear entonces
Jaja «la casa de su rival quedaba justo enfrente y esculpió frente a su ventana unas orejas de burro, en pleno escándalo de los campanarios de San Pedro. Como respuesta, Bernini colocó en la fachada de Borromini una escultura de un enorme falo. Tan irreverentes obras fueron retiradas por orden papal» Parecen niños!!! Muy interesante
Me alegra que te haya parecido interesante. En efecto, eran como niños jajaja aunque su odio fue proverbial, en medio de una trama de celos, ante dos formas de ser a nivel personal y artístico, tan diferentes. Buen finde ¡¡
Muy lindo
La elección de palabras, la magistral elección de palabras enamora.